De pronto, como un breve latigazo, mi nombre, Friedt, estalló en el aula. Yo me puse de pie, y un poco trémulo avancé hacia la mesa, entre las bancas. Era el examen último del curso y al que tenía mas miedo: la gramática. Hice girar resuleto el bolillero. Las dieciséis bolillas del programa resonaron en él lugubremente y un eco levantaron en mi alma. Extraje dos: adverbio y sustantivo. Me dieron a elegir una de ambas y elegí la segunda: "¿Y qué es el nombre? dígame uno". Y me asestó las gafas. Sentí luego un sudor por todo el cuerpo, se me puso la boca seca, amarga, y comprendí, con un terror creciente que yo del nombre no sabía nada. Revolvía allá adentro, pero en vano, me quedé en absoluto sin palabras. Y empecé a ver la quinta en qué vivíamos: el camino de arena, cierta planta, el hermano pequeño, mi perrito, el té con leche, el dulce de naranja, ¡qué alegría jugar a aquellas horas! Y sonreía mientras recordaba. "¡Pero señor - rugió una voz terrible - el nombre sustan...
Muy bueno Leti, un abrazo!!!
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarja,ja,ja
ya me voy a dormir alegre
y es que tiene mucha gracía
un saludo
Muy bueno el chiste pero me parece un poco típico eso de que las mujeres arruinamos a loa hombres, ¿no crees tú?
ResponderEliminarUn beso, Ross
De interés: Me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarJose Jaime: que bueno que te vayas a dormir con una sonrisa.;)
Rosscanaria: Muchas veces las mujeres suelen gastar la plata que ganan los maridos. Lo digo por experiencia familiar. No es que yo sea así, jaja!!
Un beso para todos!!